sábado, 25 de agosto de 2007

Proyecciones De La Intuición

En sus "Proyecciones de La Intuición" escrita en torno a 1930, Don Enrique deja el espacio para establecer, 70 años después, "...la superioridad psíquica de la mujer".

En su época fue gratamente sorprendido por Gabriela. En sus viajes por Europa y USA no conoció a otra docente, otra educadora, otra mujer... con el potencial cósmico de Gabriela... la escuchó... la conoció... la vio actuar... la investigó... decidió escribir sobre su intuición. Es que además Gabriela le inspiraba... era para el un gran espíritu(=alma pensante) en absoluta libertad.

Obviamente mucho se alegró cuando el único escritor y periodista de habla hispana presente en Estocolmo para la premiación de 1945, Manuel Mujica Lainez, la describió en "La Nación" de Buenos Aires como "una deslumbrante diosa araucana...". Gabriela era también eso... Diosa. ¿ Pero dónde y de donde provenía esa superioridad respecto a otras notables mujeres americanas de la época?.

Hoy resulta quizás fácil explicarlo y a la vez plantear que... "el hombre puede prescindir de Dios... pero jamás de la mujer"... para nacer... para procrearse a imagen y semejanza de hijos y nietos. Hijos y nietos libres... "para ser buenos por virtud propia"... y con eso desarrollar libremente el espíritu... como dice el himno de su universidad... y muchas veces expreso en sus disertaciones y clases.

La "Superioridad Psíquica de la Mujer" reside en su potencial de dar vida... lo que el hombre no puede ni podrá hacer.

La intuición... junto al amor , la ética, la política, la higiene... forman parte del "Genoma del Espíritu". Podríamos decir que "La Intuición" es guardia de seguridad del resto de variables del espíritu... es la que invita a rehuir el peligro... o invita con un plan instantáneo de buen futuro.

Consciente de su misión orientadora, en uno de sus discursos como rector, nos dijo:

"Inspirémonos en el bien social, en la justicia y en la innegable solidaridad que nos liga a los demás hombres y ante todo a la nación en que viéramos la luz. No cumpliría mi misión si fuera de infundir virtud, de adiestrar los músculos e ilustrar el criterio de la juventud, quisiera encerrar sus ideas para todo el porvenir en un marco de hierro haciéndolas gemir y marchitarse bajo principios que no acepte el convencimiento. ¡Ha, no! Hay que ser libres para ser buenos por virtud propia. Y si mañana, obedeciendo a esta libertad, vosotros jóvenes pensáis de una manera distinta a la mía, siempre seréis mis discípulos y mis amigos porque la idea contraria no ha obedecido a fines cobardes y menguados sino que ha obrado espontáneamente y madura como el mejor fruto del espíritu (=alma pensante)".

Enrique Molina Garmendia

"Inspiremonos en el bien social, en la justicia..." son también palabras de Alberto Hurtado.

Su obra filosófica -que lo convertiría en el más prestigiado filósofo americano de su tiempo- comprende textos como Filosofía Americana, Las Democracias Americanas y sus Deberes, Proyecciones de la Intuición, y Nietzsche Dionisíaco y Asceta.

( Para este espacio, le he solicitado una colaboración a Andrea: Una biografía de Don Enrique... tema libre, su actitud, su esfuerzo por entregarnos conocimientos, universidad, su espíritu, su ¿Cómo hacerse entender?, el espíritu del sur... gente granada, gallarda, natural...
El hombre es naturaleza... lo natural es pensar... y el lo hizo mucho mejor que muchos... nos entrego una universidad libre, barata, accesible, humana, natural, bella, libre para "ser", libre para amar, libre para pensar, libre para emprender. Su desarrollo libre del espíritu debe proyectarse aún más... liberar a Llacolén... eso es... esa es la clave... liberar a Llacolén, para que pueda amar y volar. La biografía de su espíritu... será lo que terminará escribiendo mi querida amiga Andrea. No hay apuro... se deben respetar y mantener las prioridades).

Liberal y demócrata.

La obra teórica de Molina fue esencialmente liberal y democrática. Conciente de su misión orientadora, en uno de sus discursos como rector, dijo: "Inspirémonos en el bien social, en la justicia y en la innegable solidaridad que nos liga a los demás hombres y ante todo a la nación en que viéramos la luz. No cumpliría mi misión si fuera de infundir virtud, de adiestrar los músculos e ilustrar el criterio de la juventud, quisiera encerrar sus ideas para todo el porvenir en un marco de hierro haciéndolas gemir y marchitarse bajo principios que no acepte el convencimiento. ¡Ah, no! Hay que ser libres para ser buenos por virtud propia. Y si mañana, obedeciendo a esta libertad, vosotros jóvenes pensáis de una manera distinta a la mía, siempre seréis mis discípulos y mis amigos porque la idea contraria no ha obedecido a fines cobardes y menguados sino que ha obrado espontáneamente y madura como el mejor fruto del espíritu (=alma pensante)".

Pedagogo y filósofo.

En su extensa carrera docente, Enrique Molina produjo un sinnúmero de artículos, libros y estudios, centrados en temáticas filosóficas, pedagógicas y sociológicas, así como también en el resultado de sus observaciones en los viajes. Entre ellos están Educación Contemporánea, Por las Dos Américas, De California a Harvard y Peregrinaje de un Universitario.

Su obra filosófica -que lo convertiría en el más prestigiado filósofo americano de su tiempo- comprende textos como Filosofía Americana, Las Democracias Americanas y sus Deberes, Proyecciones de la Intuición, y Nietzsche Dionisíaco y Asceta.

Himno de la Universidad de Concepción

Por el desarrollo libre del espíritu
universitarios arriba, arriba, de pie
la idea es antorcha que enciende las almas
y es flecha que toca los astros, la fe.

Siempre en las alturas puesto el pensamiento
arca de heroísmo hecho el corazón.
cantemos! cantemos!
y llenen la boca del viento
las líricas voces de nuestra canción.

Por el desarrollo libre del espíritu
universitarios arriba, arriba, de pie.

Letra: Víctor Domingo Silva
Música: Wilfried Junge

viernes, 24 de agosto de 2007

Ministro de Educación Pública.

Molina fue llamado por el Presidente Gabriel González Videla en 1947 para hacerse cargo de la cartera del Ministerio de Educación Pública. Aceptó con mucho entusiasmo tal designación.

Sin embargo, muy pronto debió enfrentarse no solo a las limitaciones económicas de un presupuesto ineficiente, sino también a la crítica de su filosofía tildada de individualista y atea. A estas acusaciones con interés político, el maestro Molina hizo su debido descargo.

Para Molina el lema del Estado docente no pasaba de ser "un verbal saludo a la bandera", ya que el gobierno no entregaba fondos suficientes a la educación. Eso movió al maestro a realizar una acción benéfica de orden persona, solucionando -dentro de sus capacidades- los problemas no solo económicos de los profesores, sino también familiares.

Molina fue uno de los pocos chilenos que recibió una importante número de honores en vida, tales como rector vitalicio de la Universidad de Concepción, y profesor honoris causa de la Universidad de Chile. El prolífico maestro falleció el 6 de marzo de 1964 .



Universidad de Concepción

La Fundación de la Universidad de Concepción

La idea de fundar la Universidad de Concepción era una antigua aspiración de los penquistas. Desde el siglo pasado, insignes rectores del Liceo de Concepción abogaban por la creación de carreras profesionales bajo la tutela de ese plantel. Esta idea contaba con gran apoyo dentro de la sociedad penquista, no se había podido concretar principalmente, por la falta de organización "de todas las personas que así pensaban", señala un artículo del diario El Sur, de febrero de 1917.

El Comité Pro-Universidad

La primera reunión formal en pro de esta iniciativa se realizó el 23 de marzo de 1917, día en que se reunieron en la sala de la Alcaldía respetables vecinos de Concepción, con el objeto de lograr dos sentidas aspiraciones: la creación de una Universidad y de un Hospital Clínico para Concepción.

En la oportunidad y previo a un detenido cambio de ideas acerca de la necesidad de establecer un centro universitario que sirviera a toda la región sur del país, se acordó designar de entre los concurrentes, un Comité Ejecutivo encargado de iniciar los trabajos pro Universidad y Hospital Clínico, creyéndose conveniente unir las dos ideas, pues se pensaba que la primera no podría subsistir completa sin el segundo, por ser éste la base futura escuela de Medicina.

Con posterioridad a esta reunión el Comité acordó nombrar una Mesa Directiva que encabezaría y representaría el movimiento pro Universidad, quedando integrado de la siguiente manera:

"Presidentes Honorarios: señores Intendente de la Provincia, Rodolfo C. Briceño y Primer Alcalde don Octavio Bravo. Presidente, señor Enrique Molina, Vicepresidente, señor Virginio Gómez, Vicepresidente, señor Esteban Iturra S., Secretario, señor Carlos Roberto Elgueta, Tesorero, señor Eliseo Salas.

Directores: señores Samuel Guzmán García, Julio Parada Benavente, Aurelio Lamas Benavente, Pedro Villa Novoa, Luis David Cruz Ocampo, Víctor Bunster B., Vicente Acuña, Edmundo Larenas, Augusto Rivera Parga y Guillermo Gleisner.

Al aceptar este nombramiento don Enrique Molina expuso su gratitud por la designación y sorpresa de haber encontrado al regresar de su reciente viaje a Santiago "un espíritu público que se manifestaba en forma espléndida en favor de un proyecto que él ya había tratado con el Presidente de la República, pero que éste lo estimaba viable para algunos años más, considerando las dificultades de carácter económico que por el momento hacían imposible su realización".

Añadió que "el presidente, Juan Luis Sanfuentes y otros preeminentes miembros del Gobierno, convenían en la necesidad de fundar una universidad en Concepción; no sólo para beneficio de sus habitantes, sino para todos los del sur del país."

Esta asamblea del 23 de Marzo fue el punto de partida de la futura universidad; sin embargo, no debe pensarse que fue el momento donde nació la idea, pues esta proviene desde el siglo pasado. Por lo tanto, el gran mérito es haber sido el punto culminante de una serie de conversaciones informales que ya algunos miembros del Comité habían sostenido, especialmente en los salones del Club Concepción. Esto queda demostrado en cada una de las intervenciones mencionadas, pues en todas ellas se evidencia un dominio y maduración de la idea Universidad.

Entre estas últimas es digno de destacar el carácter universal que se le dio a la reunión, en donde intervinieron personalidades de todas las tendencias públicas y de los diversos credos. Asimismo, al proyectar lo que sería la futura Universidad, sus promotores pensaron en un plantel de educación superior autónomo, con personalidad jurídica y como un centro de irradiación de cultura y progreso para el sur del país.

Enrique Molina había dado a conocer esta idea un año antes, en una entrevista publicada por el diario El Sur de Concepción el 16 de marzo de 1917, en donde señala: "el establecimiento de un nuevo centro universitario, que sirva a todo el sur del país, corresponde a una necesidad social, pues el sur es muy grande y muy rico, por lo que está llamado a un gran provenir."

Los diversos comités a que dio origen esta primera reunión trabajaron afanosamente buscando ayuda en pro del logro de los objetivos propuestos, tanto al interior de la ciudad como en continuos viajes hacia el sur de nuestro país. Los frutos no se hicieron esperar. Muchas fueron las personas y entidades privadas que colaboraron, incluso con gran esfuerzo varias municipalidades del sur del país crearon comités en pro de la Universidad y del Hospital Clínico. Al mismo tiempo empezaron a levantarse los obstáculos, Enrique Molina señalaba en 1944 que incluso en Concepción "no faltó quien sembrara la desconfianza diciendo que el nuevo establecimiento iba a ser un foco de maximalistas", nombre con que se designaba por aquellos días a los revolucionarios rusos, antes de llamarlos bolcheviques. Incluso acota que un diputado de esta región fue personalmente a notificar al Ministro de Educación de que atacaría al Gobierno si éste presentaba a las Cámaras un proyecto sobre la creación de la Universidad de Concepción.

Señala Enrique Molina en otro de sus discursos, "existía una llama encendida por un grupo de entusiastas" que aunque a veces precaria, significó el principio de la actual Universidad.

Las primeras carreras

Informada ya la opinión pública del proyecto de fundación de la Universidad y del Hospital Clínico y de haber hecho conciencia de la necesidad imperiosa de la creación de ambos proyectos, el comité se abocó al estudio y posterior redacción de un proyecto de ley para presentar a las Cámaras. Para este efecto, se designó una comisión compuesta por los señores Enrique Molina, Edmundo Larenas, Esteban Iturra, Samuel Guzmán García, Julio Parada Benavente, Carlos Roberto Elgueta y el doctor Virginio Gómez.

Dicha comisión presentó un detenido análisis que "más que un proyecto definitivo, debía considerarse como notas para el proyecto que en 1918 elaboró la Comisión Permanente de Instrucción Pública de la Cámara de Diputados".

El trabajo más arduo se centró en el estudio de las futuras carreras que se impartirían. Como una forma de manifestar que la realización de la Universidad no era una utopía, el Comité propició la creación de algunos cursos cortos aprovechando la renta que le producían los capitales donados. De esta manera fue posible sostener durante 1918 los cursos de Aritmética, Inglés, Mecanografía y Taquigrafía. Pensándose de igual forma en la posibilidad de impartir para 1919 los cursos superiores de Dentística, Farmacia y Química Industrial.

Pero faltaba mucho por hacer, y más aún si se piensa que la etapa de organización y decisión de la futura Universidad se efectuó en la misma década de las grandes polémicas educacionales que nuestro país vivió. Las cuales reunían, en foros y discusiones acaloradas, a partidarios de una institución técnica en oposición a la intelectual o literaria.

En este sentido fueron numerosas las opiniones dentro del seno del Comité Ejecutivo en pro y en contra de ambas posiciones. Para clarificar este punto, resulta provechoso revisar el pensamiento del futuro rector de la Universidad, don Enrique Molina Garmendia.

Pensamiento de Enrique Molina G.

Don Enrique Molina señalaba en 1917 su deseo de que la "nueva Universidad, además de que forme profesionales de carreras liberales y profesionales técnicos, como los reclamaba el desarrollo e incremento de la riqueza nacional, sea un centro de variadas informaciones para el público, de extensión universitaria, de investigaciones y experimentaciones científicas y de fomento de la más alta cultura literaria, humanista y filosófica".

Por lo tanto, si bien Enrique Molina consideraba importante formar profesionales técnicos, señalaba vital el incremento de una cultura humanístico - literaria y filosófica, que se constituía según él, en el espíritu mismo de una Universidad.

Frente a aquellos que pretendían darle al futuro Centro Universitario una orientación más técnica que intelectual, Enrique Molina declaraba en 1944 que "esa actitud se hallaba reforzada por la urgencia de sacudir la subyugación y dependencia económica en que el país se encontraba, y en la cual sin gran diversidad era común con todos los pueblos iberoamericanos. Somos -expresaba- casi factorías de otras naciones más adelantadas. Nadie puede negar la importancia vital de este problema de la educación que tiende a robustecer nuestra eficiencia económica. La Universidad pretenderá contribuir a solucionar este problema; pero indicarle a una Universidad que se limite a ese género de educación es pedirle que deje de ser Universidad. Si ésta no merece llamarse tal, estando constituida sólo por un conjunto de escuelas profesionales, menos puede merecerlo si no pasa de una escuela técnica".

A una Universidad, confiesa "no la constituye el sólo conglomerado de escuelas profesionales, por muy completas que sean en su número y en su calidad, escuelas en que los jóvenes vayan a sólo vivir ciertas capacidades intelectuales y técnicas que les permitan ganarse la vida. Ni queda constituida tampoco por el hecho de agregar a esas escuelas, institutos de investigación científica ni por la preparación de especialistas".

"El alma de la Universidad tiene que formarla un ambiente filosófico y ético, que dejándose sentir en cada escuela, encuentre su expresión más definida en una Facultad Central de Filosofía y en el cultivo de las humanidades".

"La tendencia industrial es justa, es necesaria y salvadora, pero a que no se convierte en un ídolo fenicio que lance el rayo destructor contra todo lo humano, toda la cultura que ennoblece y embellece la vida".

En resumen, no es aventurado señalar que el futuro Rector Honorario Vitalicio de la Universidad, estando de acuerdo con la idea de incorporar carreras técnicas al futuro Centro Universitario, pensaba que el ser mismo de ésta se cimentaba bajo una sólida formación filosófica y humanista, sin la cual ninguna Universidad podría recibir tal denominación.

Los inicios

A fines de 1918, don Enrique Molina partió en viaje a Estados Unidos comisionado por el Gobierno de Chile para estudiar los sistemas universitarios de aquel país del norte, dejando la presidencia del Comité Ejecutivo Pro Universidad y Hospital Clínico, en manos del vicepresidente, Dr. Virginio Gómez, quien refiriéndose a la conexión entre ambos proyectos señalaba: "que por el momento su gestión obraría en favor de la Universidad para posteriormente abogar por el Hospital Clínico, puesto que ésta no podría ser fundada prescindiendo de la existencia de aquél".

Fueron muchas las diligencias realizadas y luego de diversas conversaciones "el Comité se convenció de que el Gobierno no crearía quien sabe en cuánto tiempo la Universidad. No eran sólo penurias financieras que lo impedían, habían también de por medio rivalidades y temores políticos y sectarios y no faltaba tampoco la menguada entrega de alguna pequeñez humana", señalaba en 1929 Enrique Molina en la celebración del décimo aniversario de la Universidad. Agregando, que por tal motivo "El Comité se cansó de esperar y en un gesto de audacia y de fe resolvió, sin más ni más, abrir la Universidad a principios de 1919".

Proyecciones de La Intuición

En sus "Proyecciones de la Intuición" escrita en torno a 1930, Don Enrique deja el espacio para establecer, 70 años después, "...la superioridad psíquica de la mujer".

En su época fue gratamente sorprendido por Gabriela. En sus viajes por Europa y USA no conoció a otra docente, otra educadora, otra mujer... con el potencial cósmico de Gabriela... la escuchó... la conoció... la vio actuar... la investigó... decidió escribir sobre su intuición. Es que además Gabriela le inspiraba... era para el un gran espíritu(=alma pensante) en absoluta libertad.

Obviamente mucho se alegró cuando el único escritor y periodista de habla hispana presente en Estocolmo para la premiación de 1945, Manuel Mujica Lainez, la describió en "La Nación" de Buenos Aires como "una deslumbrante diosa araucana...". Gabriela era también eso... Diosa. ¿ Pero dónde y de donde provenía esa superioridad respecto a otras notables mujeres americanas de la época?.

Hoy resulta quizás fácil explicarlo y a la vez plantear que... "el hombre puede prescindir de Dios... pero jamás de la mujer"... para nacer... para procrearse a imagen y semejanza de hijos y nietos. Hijos y nietos libres... "para ser buenos por virtud propia"... y con eso desarrollar libremente el espíritu... como dice el himno de su universidad.

La "Superioridad Psíquica de la Mujer" reside en su potencial de dar vida... lo que el hombre no puede ni podrá hacer.

La intuición... junto al amor , la ética, la política...forman parte del "Genoma del Espíritu". Podríamos decir que "la intuición" es guardia de seguridad del resto de variables del espíritu... es la que invita a rehuir el peligro... o invita con un plan instantáneo de buen futuro...

Consciente de su misión orientadora, en uno de sus discursos como rector, nos dijo:

"Inspirémonos en el bien social, en la justicia y en la innegable solidaridad que nos liga a los demás hombres y ante todo a la nación en que viéramos la luz. No cumpliría mi misión si fuera de infundir virtud, de adiestrar los músculos e ilustrar el criterio de la juventud, quisiera encerrar sus ideas para todo el porvenir en un marco de hierro haciéndolas gemir y marchitarse bajo principios que no acepte el convencimiento. ¡Ah, no! Hay que ser libres para ser buenos por virtud propia. Y si mañana, obedeciendo a esta libertad, vosotros jóvenes pensáis de una manera distinta a la mía, siempre seréis mis discípulos y mis amigos porque la idea contraria no ha obedecido a fines cobardes y menguados sino que ha obrado espontáneamente y madura como el mejor fruto del espíritu (=alma pensante)".


Enrique Molina Garmendia

"Inspirémonos en el bien social, en la justicia y en la innegable solidaridad que nos liga a los demás hombres y ante todo a la nación en que viéramos la luz".

Son tanbién palabras de Alberto Hurtado y de Bernardo O'Higgins.

Enrique Molina en el Liceo de Talca

Enrique Molina -futuro fundador de la Universidad de Concepción-, nombrado Rector del Liceo de Talca el año 1905, impulsó una verdadera revolución en la enseñanza secundaria, con proyecciones a todo el país. El Instituto Pedagógico, con sus profesores alemanes, pudo enorgullecerse de este maestro que pidió celebrar el centenario con una Ley de Instrucción Primaria Obligatoria.

Por Miguel Laborde

Fue un genio, capaz de estudiar varios idiomas extranjeros para estudiar la obra de los pensadores en su idioma original. De ahí que mientras hace clases o dirige liceos en el sur, al mismo tiempo está leyendo a los principales nuevos filósofos del mundo, a los que dará a conocer en Chile tanto por conferencias como incluso por traducciones. Su nivel, está demás decirlo, era universitario.

Fue un lujo, entonces, que la ciudad de Talca lo recibiera como rector de su liceo el año 1905. Para bien y para mal, en las ciudades provinciales el rector del liceo era uno de los principales personajes. Se le respetaba mucho, pero también se observaba con cierto recelo la posición ideológica de cada uno, en esos años de ácidas confrontaciones entre católicos y masones.

Como también había personajes locales que actuaban de "profesores", era fácil que las ideas del rector se discutieran en las tertulias de las casas principales. Como apoyo, Molina se llevó de vicerrector a Alejandro Venegas, compañero de estudios y también en el Liceo de Chillán.

El Liceo de Talca no es el que conocemos hoy; según el propio Molina, ocupaba "un viejo caserón de un piso, achaparrado, ruinoso y por entonces sucio". Nada para inspirar el cultivo del conocimiento... Tanto era el frío que los profesores, en invierno, entraban con un ladrillo caliente de "estufa personal". La disciplina era feroz, con castigos de más de cien horas... Entre los más sancionados estaba, nada menos, Mariano Latorre.

Más modernos, Molina y Venegas oían a los estudiantes y crearon las consejerías sistemáticas para atender a sus demandas y necesidades, así como también se remozó y pintó completo el caserón que no había visto un aseo profundo en años. También despidieron profesores de larga data, los no dispuestos a reformar el sistema de enseñanza que ellos traían del Instituto Pedagógico y del célebre Congreso Educacional de 1903, donde se enfrentaron los humanistas con los que querían una formación más práctica.

Los talquinos pronto se dividieron, a favor y en contra de la transformación de su liceo. El diario conservador local, domingo tras domingo, los atacaba.

Un logro decisivo fueron sus "charlas literarias", donde profesores y alumnos oían a algún escritor, los que muchas veces eran valores nacionales; como Domingo Melfi, Pedro Sienna, Juan Marín, Ernesto Barros Jarpa, casi todos oriundos de la misma ciudad y con familia en la zona.

Los alumnos también exponían trabajos científicos y obras artísticas; y como abrieron las charlas al público de la ciudad, el Liceo comenzó a actuar en condición de centro cultural. Molina fue pronto invitado a Santiago, donde dictó un ciclo de 15 charlas dentro de un plan de modernización dirigido a todos los profesores secundarios del país. Lo mismo hará otros años, incluyendo también temas de Filosofía, su especialidad, que lo llevará a ser considerado uno de los mayores cultores en la primera mitad del siglo XX en Chile.

El Liceo de Talca se fue transformando en un referente, como cuando murió Diego Barros Arana y organizaron un ciclo en torno a su obra, el que incluyó, nada menos, que a Pedro Lira haciendo un retrato del ilustre sabio. Las mismas graduaciones, hasta entonces desconocidas en Chile, serán impulsadas por ellos y pronto adoptadas en otros liceos.

La pasión del saber, tan fuerte en ambos, iluminó al Liceo completo y marcó un hito nacional. Como un grupo de talquinos le pidió aceptar alumnas en los últimos cursos, ya que el liceo de niñas sólo llegaba a tercer año de humanidades, también las incorporó desatando, por supuesto, grandes debates públicos.

El centenario de 1910 fue una gran oportunidad para Molina. Planteó que debía celebrarse con una Ley de Instrucción Primaria Obligatoria, que pusiera fin al alto nivel de analfabetismo en el país y dignificara a todos los ciudadanos con un nivel mínimo que les permitiera ejercer sus derechos en la sociedad. Diez años tardaría en plasmar esa idea que marcó un antes y un después en la educación chilena.

Un valor efectivo de su actuar es el que se relaciona con lo moral. A los alumnos invitaba a ser patriotas, entendiendo por ello un compromiso con el desarrollo del país y con la solidaridad social con los menos afortunados. El conocimiento es un desafío moral para aquél que lo tiene.
Alto y muy delgado como el Quijote, junto a un bajo y grueso Venegas, la imagen de Sancho, su labor sedujo a un alumnado que supo agradecer la fortuna de contar con esta dupla, labor que dio nuevo sentido a la palabra "maestro".

Luego del Centenario será un personaje nacional, enviado a estudiar a Francia y a Alemania, mientras su amigo Venegas hereda la rectoría. Cuando regresa publica su libro de Educación Contemporánea, 1914, verdadero programa intelectual para su desarrollo, y a fines de 1915 asume la rectoría de Concepción, donde su labor culminará con la fundación de la universidad de esa ciudad.

Ésa es otra historia. Para los talquinos, su ejemplo fue paradigmático. Ya sabían qué se podía esperar de un rector de liceo: un agente cultural dinamizador de la educación y también de la cultura en toda una ciudad.